Las ames o las odies, no hay término medio. Lo que alguna vez fue un alimento básico entre la clase trabajadora de las culturas tempranas se ha convertido en un manjar de los adinerados. Las ostras sabrosas, saladas y resbaladizas se pueden disfrutar de muchas maneras: fritas, como ese tipo de Rockefeller, en sopas y guisos, o lo que muchos aficionados insisten que es lo mejor: recién descascaradas, reposando en sus conchas sobre un lecho de hielo, con un toque de salsa de cóctel, un chorrito de limón y tal vez una pizca de vinagre, rábano picante, vinagreta o salsa picante. Dato curioso: las ostras son una parte vital de la legendaria historia marítima de nuestro estado y nuestro futuro como el "Valle de Napa de las ostras". ¿Quieres comprarlas frescas? Visita The Connecticut Oyster Trail para encontrar granjas y tiendas cercanas; o haz que te las sirvan en tu mesa en estas maravillosas osterias, donde puedes desembolsar unos dólares y disfrutar de este manjar de mariscos único y delicioso.
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